jueves, 10 de abril de 2014

Si llueve, ¡que llueva!


Ayer cumplí 46 años. Por la noche tenía el buzón de voz totalmente lleno: nadie podía grabar nada más. Recibí muchas llamadas, me escribieron a través del facebook, del mail... Y sólo se me ocurre decir: "¡Gracias!".

Pensando en estos años me parece que, igualmente, sólo puedo agradecer la vida que Dios me ha dado. Así, cuando me preguntan que qué tal estoy, les digo: "la mano ya casi no me responde; esta noche, apenas he dormido...; por lo demás, ¡muy bien!".

De verdad: gracias a todo lo que me han enseñado, tengo muchas razones para ser optimista y pocas para no serlo. Suele ocurrirme que después de ver un telediario y comprobar una vez más el deterioro humano, me doy cuenta de que la vida no tiene especial sentido, si no soy capaz de vivirla con optimismo y alegría; todo son malas noticias que nos amargan la vida.

Seguro que hemos oído en alguna ocasión la doble lectura que tiene un vaso de agua, que está a medio llenar: el vaso está casi lleno, o el vaso está medio vacío.

Me ha gustado especialmente este vídeo, en concreto cuando dice: “aunque en Galicia muchas veces está nublado, lo único que no se nubla es nuestra alegría, porque la alegría es nuestra fuerza”.

“Disfrutar más de la vida, de la gente, de los amigos, disfrutemos con todo lo que tenemos y ¡vivamos!”

Actualmente me doy cuenta del avance de mi enfermedad y estoy perdiendo la única mano que tenía disponible. Esto podría parecer que es el hundimiento del Titanic, y que debo saltar por la borda…

Me doy cuenta que es el momento más adecuado para recordar todo lo que he aprendido de pequeño y me sujeto con más fuerza a Dios, el salvavidas que nunca me ha fallado.

Me identifico con la frase de las protagonistas del vídeo: “Si llueve, ¡que llueva!”, y con lo que decía Chesterton:
El optimista cree en los demás y el pesimista sólo cree en sí mismo