martes, 2 de septiembre de 2014

¡Álvaro, consígueme este imposible, por favor!

pues eso... con Dios, nada es imposible ;-)

Hace un tiempo un amigo me comentó que sería bueno traducir El invitado imprevisto al chino: “lo que faltaba…” pensé.

Le pregunté si sabía cuántas personas chinas había en el mundo, a lo que me respondió unos 1.300 millones. Viendo mi cara perpleja me aclaró: “de personas, claro”. No acababa de creerme que en China pudiera haber tanta gente.

El primer obstáculo con el que tuve que enfrentarme fue mi madre, ya que me dijo que algo así costaba mucho dinero y ella no podría ayudarme. Le dije que no se preocupara, estamos en la fase de rezar con insistencia a Jesús por esta intención y Él ya se encargará del resto.

Desde el primer momento pensé también en D. Álvaro del Portillo como mi aliado, ya que él durante su vida consiguió muchos “imposibles”.

El siguiente paso lo tenía claro, pedir ayuda a los hijos de mis amigos, que ya me han ayudado otras veces. La oración de los niños y los enfermos es la predilecta de Dios.

También pedí ayuda a Jordi y me prometió buscar una persona china capaz de entender el libro y traducirlo a su idioma.

Desde el principio pensé que esto iba a ser un poco surrealista, pero el 22 de Junio me llegó un e-mail de Jordi en el que me decía haber encontrado la persona adecuada. Se trataba de una mujer china, y me daba sus datos para contactar con ella, aclarándome que no habla castellano y que debía escribirle en inglés.

Pensé en mi amigo Mathias y su mujer Betty, que viven en Alemania y dominan el inglés. Les expliqué por e-mail el asunto a la vez que les envié mi carta en castellano para si la podían traducir.

Casualidades de la vida, a los pocos días recibo contestación y me explican que ellos fueron nada menos que… los padrinos de bautizo (en Barcelona) de esta mujer china que habíamos encontrado para que nos hiciera la traducción.

No me lo podía creer y ahora más que nunca pido la oración a las personas con las que me encuentro, entre ellas una ancianita con la que coincido en el ascensor de la iglesia a la que voy. Le expliqué mi intención y me aseguró que podía contar con sus oraciones.

Para acabar quiero decir que Dongmei, que así se llama la traductora, marchó este verano a su país y se llevó un par de ejemplares en inglés del libro. En septiembre volveremos a hablar.

Ahora le pido más que nunca a D. Álvaro que antes del 27 de septiembre –fecha de su beatificación– me lleguen buenas noticias sobre la traducción al chino del libro.

Estoy seguro que el sentido cristiano del dolor con la ayuda de D. Álvaro será un acicate para que muchas personas chinas descubran la fe católica.