Breve biografía

Infancia y juventud

Joaquín Romero Salord nació el 9 de abril de 1968 en Barcelona y falleció el 6 de julio de 2018 a los 50 años. Fue bautizado el 11 de abril de 1968 en la Clínica Santa Madrona, de Barcelona, y recibió la confirmación el 25 de abril de 1978 en la iglesia de Santa María de Montalegre, de Barcelona. Toda su vida vivió en Barcelona.

Hijo de José María Romero Núñez de Prado y María Rosa Salord Salord, fue el segundo de cinco hermanos: José María, Joaquín, Fidel, Carlos y Borja.

En 1982, empezó formación profesional de ebanistería en la Escuela Profesional de los Salesianos de Sarrià, con la idea de acabar estudiando Arquitectura técnica, que terminó en 1992.

Ya desde joven, Joaquín era una persona abierta, con muchos amigos y aficiones. Pasaba los veranos con su familia en Menorca, donde disfrutaba lanzándose al mar desde unas rocas elevadas, nadando en el agua, compitiendo en emocionantes carreras con zancos, o en las excursiones con sus hermanos. Tampoco desaprovechaba las oportunidades de salir con sus amigos, que lo recuerdan como un chico muy normal, bromista y que se hacía querer.

Por consejo de un tío suyo, en 1974 sus padres le matricularon en el Colegio Viaró, donde Joaquín conoció el Opus Dei, del que pidió formar parte, como aspirante a Agregado, en 1983

A sus padres les costó entender esta decisión, pero él se mantuvo tenaz en su propósito y, al mismo tiempo, cariñoso y comprensivo con ellos, que eran buenos cristianos. A los cuatro años, veraneando en Cádiz, reflexionando sobre la vida de Joaquín, su madre comprendió que para él, el Opus Dei era su vida, su ilusión, su otra familia y su todo. Y se dijo: ¿No quiero yo como madre que mis hijos sean felices y encontrarnos todos en el Cielo, sea el que sea el camino que cada uno elija?. Entonces llamó a Joaquín, le dio un beso, le pidió perdón por el rechazo y le dijo que siempre le tendría a su lado y le apoyaría en todo. En ese momento ambos desconocían la verdad de esas palabras, que se cumplirían sobradamente en los largos años de enfermedad de Joaquín.

Los primeros síntomas de su enfermedad 

Aparecieron durante el último año en la facultad de Arquitectura Técnica, en 1990. De pronto comprobó que no solo no era capaz de subirse a unos andamios —como era su ilusión profesional—, sino que le costaba subir a la tercera planta donde tenía las clases. 

En su rebelión inicial contra la enfermedad rechazaba tomar el ascensor y se arrastraba cogido a la barandilla. De hecho, al llegar los exámenes finales, ya no podía escribir con la mano y tuvo que solicitar presentarse de forma oral. Aceptaron todos los profesores, salvo uno, y se vio forzado a buscar otro profesor que aceptara hacerle el examen oral. Llegado el momento se encontró que las pruebas no solo eran orales, sino públicas, con la consiguiente tensión. Se puso a prueba aquí se temple, pero las superó todas y finalmente consiguió el título de arquitecto técnico.

Rápidamente se confirmó el diagnóstico de esclerosis múltiple de placas. Desde el primer momento fue consciente de que se trataba de una enfermedad incurable, progresiva y degenerativa que le haría perder lentamente la movilidad e iba a acabar con él poco a poco. Era un golpe muy duro, que daba un giro completo a su vida. 

En el momento de aparecer la esclerosis múltiple de placas colaboraba en la Escuela Deportiva Brafa. Por sus buenas cualidades estaba implicado en diferentes actividades formativas que le llenaban el tiempo, con una agenda apretada: atendía un programa de alumnos de la escuela, daba charlas de formación, practicaba deportes, organizaba salidas y convivencias con algunos grupos... Era un ritmo intenso que ya no podría seguir.

BJAdaptaciones 

Sus aspiraciones de ejercicio profesional se vieron truncadas de inmediato. Tuvo que descartar los trabajos a pie de obra, entre andamios, como era su aspiración. Y comenzó a colaborar con un arquitecto en tareas de despacho.

Como él mismo contaba, a medida que iba quedando imposibilitado veía la necesidad de adaptar su casa. Como tenía un gran sentido práctico, sopesando la evolución de su enfermedad, se planteó, como arquitecto técnico, qué mejoras necesitaba en la habitación donde vivía para mantener con el tiempo el máximo de autonomía posible. Coincidía que su hermano menor Borja había terminado ingeniería técnica de telecomunicaciones. Al igual que Joaquín, tenía una clara sensibilidad social y de servicio. Y decidieron fundar BJ Adaptaciones (hoy Qinera), una empresa orientada a la creación y desarrollo de tecnología de apoyo para personas con discapacidad, que fue pionera en España.

La adaptación de su vivienda sirvió de banco de pruebas en su empresa para diferentes avances tecnológicos, que le permitieron gozar de una amplia autonomía y calidad de vida, también durante los largos años que pasó postrado en cama.

En su relación profesional con personas discapacitadas y sus familias palpó el heroísmo de tantas historias de superación y quiso ser su altavoz en la sociedad, para conseguir apoyo y reconocimiento. Nacieron así los Premios Romper Barreras en 2007, por un acuerdo de Toshiba Iberia y Microsoft España con BJ Adaptaciones, que premian y fomentan la mejora de la calidad de vida de las personas con discapacidad, mediante el uso de la tecnología de apoyo. Ya se han celebrado nueve ediciones, con un alcance nacional e implicación de empresas tecnológicas, agentes sociales y políticos, y con una amplio impacto en los medios.

La empresa BJ Adaptaciones ha sido galardonada en diversas ocasiones, como el Premio IMSERSO Infanta Cristina 2008 y el Reina Sofía 2014 de Tecnologías de la Accesibilidad.

El invitado imprevisto 

A Joaquín no le gustaba lucir, ser el centro de las atenciones, hacerse notar. Más bien todo lo contrario. Por eso resulta muy edificante que se dejara “engañar” para publicar en el 2009 El invitado imprevisto, contando con detalle, a modo de entrevista, su vida. 

Lo hizo porque entendió que iba en el mismo paquete de los planes de Dios para él: le pedía que santificara su enfermedad, santificándose en ella y ayudando a los demás también a través de su esclerosis. Ese era el gran medio apostólico que tenía

Y se “transformó” en una persona “mediática”.

El éxito de El invitado imprevisto fue notable. Ante la reacción positiva de quienes lo leían, se ilusionó pronto con la idea de editarlo en inglés y, al igual que pasó con la edición castellana —muy propio de su sentido práctico—, personalmente hizo las gestiones para conseguir la financiación y siguió paso a paso la edición. 

Unexpected guest se publicó en 2012 y Joaquín impulsó la distribución hasta el último ejemplar

Pero más elocuente aún resulta la edición en chino en 2016. Soñaba que, con su libro, mucha gente —millones de chinos— pudiera encontrase con el Señor. Fue una carrera de obstáculos: dar con una traductora cualificada, contrastar con algunos chinos católicos que el texto transmitía adecuadamente el mensaje, la financiación, la edición aquí y en China... Por entonces ya tenía algunos “lapsus” de memoria, pero en todo lo que se refería a este objetivo, su lucidez y memoria eran proverbiales. De hecho, sometía a un seguimiento implacable a quienes se comprometían a hacer algunas gestiones de la edición. Era algo por lo que rezaba mucho y ofrecía tantas molestias. 

Detrás del libro veía un medio para poder llegar a cualesquiera, hablarles de la dignidad de la persona, el sentido cristiano de la enfermedad y darles a conocer la Obra.

También se dio cuenta de que las redes sociales constituían una buena manera de darse a conocer y avivar el contacto con los demás. Con la ayuda de su madre y otras personas, a través de Facebook o el blog, Joaquín volcaba sus anhelos y ambiciones. 

Gracias a este afán por ayudar, tuvo numerosas entrevistas en los medios de comunicación y mantuvo correspondencia con enfermos terminales —algunos mediáticos y defensores de la eutanasia—, a quienes animaba a considerar la belleza de la vida, más allá de la enfermedad.

Afán apostólico y amor a la Cruz

Pronto encontró la solución para sobrellevar las largas noches de dolor ante brotes de la enfermedad que no lograba mitigar el tratamiento de cortisona en vena. Como él mismo decía, era como ser arrollado por una caravana interminable de coches. Como por entonces aún podía escribir, anotó en una lista todos sus amigos y en otra las molestias que estaba atravesando. Y asoció cada uno con una molestia concreta. Este recurso le sirvió durante años para convivir con el dolor y transformarlo en un optimismo y alegría externa que se volcaba en los demás.

Según la esclerosis iba avanzando, crecía su afán por acercar las almas a Dios. Pero tras la experiencia de un cliente que falleció repentinamente antes de la segunda entrevista en que pensaba hablarle de Dios, se propuso no desperdiciar un segundo de su vida y aprovechar la primera oportunidad para ayudar a cualquiera que se le acercara.

El avance de la esclerosis múltiple de placas fue paralelo a una aceptación cada vez mayor de la Cruz, amándola e identificándose con el Señor enclavado en ella. Y siempre con alegría, sin ningún victimismo.

Primero fueron las renuncias a planes que se iban alejando de sus posibilidades: deportes, movilidad, autonomía... Después la necesidad de ayuda para tareas básicas. Y pronto el dolor ante los brotes de la enfermedad, cada vez más intenso.

Pasó por diferentes ingresos hospitalarios, en la Cruz Roja de l'Hospitalet, el Hospital de Sant Pau y la Clínica Puigvert de Barcelona. Alguno resultó especialmente duro, como el que sufrió en el Institut Guttmann (Badalona), especializado en neurorehabilitación, donde siguió un tratamiento muy molesto que resultó ineficaz. Siempre con una gran paz y su sonrisa permanente, dejándose hacer por médicos y enfermeras sin quejarse.

Misión cumplida. La victoria de la alegría

Pocos días antes de su 50 aniversario se cumplió otra de sus grandes ilusiones: la constitución de la Fundación Romper Barreras. Su objetivo principal, además de dar continuidad a los Premios Romper Barreras, sería la dignificación de las personas con alguna discapacidad, a través de la promoción de la Tecnología de Apoyo y, sobre todo, de la formación de los cuidadores. 

Con El invitado imprevisto difundiéndose por todo el mundo, la Fundación Romper Barreras encarrilada y su cuerpo totalmente consumido por la enfermedad, entendía que ya había cumplido su misión en la tierra. Por eso, el último año, en confianza, solía decir que no entendía por qué Dios no se lo llevaba ya con Él. No era un comentario de queja o un deseo de no querer sufrir más; solo muestra de total abandono y confianza en Dios, de quien quiere hacer Su Voluntad y ya no sabe qué más puede hacer.

La vigilia de su 50 cumpleaños tuvo una fuerte infección. Él era consciente de que le quedaba poco tiempo de vida. No perdió la paz y se preparaba para ese “besazo” con Dios por el que suspiraba desde hacía mucho tiempo. Como había contado en una entrevista tiempo atrás, tenía ganas de agradecerle al Señor la vida que le había dado: “me pondré de rodillas ─porque entonces sí podré─, y le diré: increíble. Lo has bordado”.

Fallecería a los tres meses. 

El 6 de julio de 2018, a las 6:30' de la mañana, rodeado de dos de sus hermanos, su madre, su cuidador y un amigo, fue apagándose lentamente mientras se le rezaban oraciones durante más de media hora, como se venía haciendo desde el día anterior. En seguida rezó el primer responso uno de los sacerdotes que vivía en la misma residencia que él. 

La Misa de funeral corpore insepulto la celebró el Vicario de la Delegación de Barcelona, acompañado por un buen número de sacerdotes de la Prelatura y el tío de Joaquín, jesuita, en la iglesia de Santa María de Montalegre, con la asistencia de muchos fieles del Opus Dei y amigos. 

El recordatorio llevaba impresa la imagen de la Virgen Emperatriz de China, a la que había encomendado tantos millones de chinos, sus “pactos chinos” con chicos jóvenes que iban a visitarle, la edición en chino de El invitado imprevisto, etc. En el texto del reverso era lógica una referencia al dolor, pero sobre todo al Amor y la alegría. 

Joaquín quería un funeral “alegre”, con “Gloria”, decía él, si podía ser. Fue rápido dar con él: “El amor es sacrificio; y el sacrificio, por Amor, goce” (San Josemaría, Forja, n. 504). Y también se cumplió su deseo del “Gloria”, porque el funeral fue en domingo, con “Gloria” preceptivo.

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