viernes, 18 de marzo de 2011

La historia de una cinta métrica...

Hace poco, Sergio me escribía un comentario que me gustó mucho, en el apartado "el libro". Me emocioné al leerlo y le escribí lo que sigue... Pienso que lo que cuento ahí puede ayudar, también, a muchos otros: saber apreciar la vida porque es muy corta y es un gran regalo.

Nunca en 21 años de enfermedad me había planteado con tanta frecuencia el sentido de mi vida.

Resulta que conforme avanza la enfermedad y compruebo cómo poco a poco me voy consumiendo, me doy cada vez más cuenta que estoy de paso.

El otro día un profesional del taxi adaptado, que utilizo cada semana, me dijo que también había leído el libro y que le había gustado, pero añadió, "que conste que yo no soy creyente, eh".

Entonces aproveché la ocasión para decirle que tengo mucho interés por saber qué sentido da a la enfermedad un profesional del taxi como él… después de unos segundos de silencio me dijo que no lo sabía.

Realmente fuera del sentido de la trascendencia he podido comprobar que no existe. Te digo esto como afectado, no como teólogo.

Esta fue mi respuesta:
Opino que a ti y a mí Dios nos ha concedido el privilegio de llevar una pequeña astilla de su cruz.

En una ocasión, superado por las molestias y dolores, le dije a un sacerdote amigo que no podía más y me hizo una pregunta que me desconcertó: ¿tienes una cinta métrica?

En aquel momento estaba en mi casa y le dije que podría encontrarla en el armario. Él la cogió y me preguntó cuántos años tenía, le dije en aquel entonces, que 40, a continuación me pidió que sujetara el extremo de la cinta, mientras él marcaba el número 40. A continuación me dijo que soltara y la cinta se enrolló rápidamente.

Me quedé mirando expectante y añadió: ¿ves esto?; y me aclaró ante mi cara de duda, esto no es más que el paso tuyo y mío por la tierra. Como si no hubiera tenido bastante con la respuesta añadió: no podemos comparar este tiempo tan corto con toda una eternidad, así que te animo a que vayas al Sagrario, te desahogues con el Señor, consideres lo que tienes que hacer para conseguir este premio y quédate tranquilo.

Disculpa que te haya contado algo tan personal, pero aquello me hace recordar que ahora mismo lo único que da sentido a mi vida es el Cielo y hacer todo lo posible para que muchas otras personas puedan ganárselo.

Me gustaría conocer a tu familia, seguro que nos entenderemos muy bien.

Hasta pronto y un abrazo:

Joaquín

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