sábado, 14 de mayo de 2011

Historia de una niña que supo morir alegremente...

Este fin de semana se estrena la película documental Alexia, sobre la historia de una niña que falleció a los 14 años con fama de santidad, después de haber pasado por un cáncer que le hizo sufrir mucho: fue una auténtica cruz.

Hace poco, la desafortunada Camino, de Javier Fesser, intentaba hablar de su vida... Pero más que un reflejo, fue una caricatura de muy mal gusto. Ahora, un tal Pedro Delgado, ha querido realizar este documental, para hacer honor a la vida de esta chica. No nace como una respuesta a esa película, sino como un agradecimiento.

A raíz del estreno, me ha llegado una carta de uno de los médicos que atendió a Alexia al final de su vida, en la Clínica Universidad de Navarra. Os la paso, porque vale la pena leerla... Y, al final, el tráiler del documental.


En 1985 trabajaba como cirujano en la Clínica Universidad de Navarra.

Conocí a Alexia el mismo día de su llegada a Pamplona. Me crucé con ella, que iba en silla de ruedas, por un pasillo de la Clínica. Me impresionó su actitud serena y su sonrisa, que reflejaba buen humor: ¡estaba contenta!

Al día siguiente fui requerido para colocarle un reservorio subcutáneo (Port-a cath), que facilitara el acceso a vías venosas y la administración de los fármacos de quimioterapia; acudí a su habitación para informarle de los pormenores de esa pequeña operación, y desde el principio encontré en ella una madurez impropia de su edad: me planteó sus dudas y, una vez resueltas, se puso en mis manos sin reservas.

Desde esa primera conversación iniciamos un trato cordial, que me llevó a visitarla a diario y a integrarme, como un miembro más, en su familia.

Cada día encontraba un hueco en mi trabajo para acercarme a verla e interesarme por su evolución, ofreciéndome a prestarle pequeños servicios que le hicieran más llevadera su costosa enfermedad.

De este modo, al tiempo que aumentaba mi cariño hacia ella, me convertía en testigo de su progreso espiritual, consciente de que siendo una chica muy normal, muy de su edad, su comportamiento ante la enfermedad era del todo excepcional: jamás la vi quejarse y siempre ofrecía sus incomodidades por diversas necesidades, que confiábamos a la eficacia de su oración.

No resultaba difícil servir a Alexia porque era muy agradecida y sufrida, y con su fino sentido del humor se hacía querer.

Alexia se distinguía por una singular devoción a su Ángel de la Guarda, al que había puesto un nombre –Hugo‑ para acordarse más de él. Alexia percibía a Hugo casi … sensorialmente; evidentemente esa "presencia" sólo podía ser advertida con los ojos del alma, aquellos que obtenemos con la Fe.

Hugo no desaparecía de su lado, compartía con ella los acontecimientos menudos y los importantes de su vida....

Un buen día, agradecida por mis desvelos y la disposición de ayudarla, me confesó: “¡SI TE HUBIESE CONOCIDO ANTES... A MI ÁNGEL CUSTODIO LE HUBIESE LLAMADO AURELIO!”

Y pocos días antes de marcharse al Cielo, en una confidencia íntima, me dijo: "AURELIO, TE QUIERO MUCHO... PERO NO PIENSES QUE LO DIGO POR INTERÉS (para que me cuides). CUANDO ME PONGA BUENA TE QUERRÉ MUCHO MÁS".

En ese momento, Alexia ya era consciente de que había perdido la batalla con la enfermedad, por lo que indudablemente se estaba refiriendo a su estancia en el Cielo.

Después de su muerte, aquella mañana del día 5 de Diciembre de 1985, quiso su familia que fuese yo quien conservara el Escapulario que había llevado durante su enfermedad; lo consideré un verdadero privilegio, inmerecido.

Desde aquel momento no he perdido el “contacto” con Alexia y a ella recurro con frecuencia. Entonces era yo quien podía prestarle favores…; ahora es ella quien me los presta a mí.

Aurelio Chamorro Ortega
(Médico cirujano, que atendió a Alexia. Actualmente Jefe de Servicio de Cirugía en un Hospital de Murcia, en Caravaca de la Cruz)

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