domingo, 7 de mayo de 2017

Un sueño hecho realidad


Anteayer fue un día especial, ya que mi hermano Borja nos dijo a toda la empresa que por fin había llegado la confirmación de la Fundación Romper Barreras. ¡Esto se pone en marcha!

No sabía muy bien cómo titular esta entrada, pero tengo claro el fondo que quiero transmitir: ¿cómo es posible que una persona se encuentre con el dolor y no haya resuelto, con tiempo diría yo, cómo resolverlo? Esto es lo que la Fundación persigue.

Entiendo perfectamente que una persona no pueda creer en Dios, pero debe darse cuenta de que Él es lo único que puede dar respuesta a algo tan particular.

Todas las semanas viene una persona a hacerme reflexoterapia, ella ha tenido un cáncer muy agresivo del que ha salido con alguna secuela.

Como hay confianza le comento que los dos somos “simples corredentores”.

No tengo claro qué título sensacional le pondría a este artículo que estoy escribiendo, desde luego el dolor no tiene ningún atractivo por lo que podría ponerle algo como: “Una historia pequeña con un final grande”.

Llevo ya 27 años con mi esclerosis por lo que una persona sin fe podría pensar que es todo un fracaso. Tuve claro por la fe que recibí de mis padres que el dolor no es más que el medio de conseguir ese cielo que Dios nos tiene preparado.

Rápido me ha venido a la cabeza la pregunta que uno de mis cuidadores me ha hecho repetidas veces: “¿Y si no existe nada?”

Yo le respondo: El camino en ese caso será un poco más largo, ya que la persona en cuestión deberá buscar a ese Dios en el que no cree, después encontrarlo y finalmente no dejarle nunca, ya que tenemos en juego algo muy grande.

Dejando al margen el título tengo claro tres de las cuestiones que plantea El Invitado Imprevisto:
  1. cómo se puede ser feliz en el dolor,
  2. cómo se puede ayudar a otros desde la propia necesidad y por último 
  3. cómo se puede mover una silla de ruedas con la robótica espiritual de una sonrisa. 


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