En una ocasión vino Ismael, un cliente de la empresa con apellido árabe.
Habitualmente, con los clientes no acostumbro a entrar en el plano personal en la primera visita que nos hacen, pero en esta ocasión vino a mi casa y enseguida se fijó en los libros que tengo sobre mi mesa de trabajo de El invitado imprevisto.
La verdad es que los tengo “estratégicamente colocados”, ya que la primera edición, en la que aparece una fotografía mía, se ve a primera vista y al lado de ésta las otras dos ediciones, una encima de la otra, quedando al descubierto la edición inglesa.
Nada más entrar Ismael se dio cuenta de esto y me preguntó: –¿Has escrito un libro?–, a lo que respondí que "no", con el ánimo de prolongar la expectación e introducir la conversación hacia derroteros que me pudieran interesar.
Ante la cara de perplejidad le aclaré que esa fotografía fue el último baño que me di en Menorca, un mes de octubre y que dos buenos amigos eligieron esa fecha, donde sabían que no encontraríamos a nadie, con el fin de cumplir un sueño mío.
De pequeño había pasado veranos increíbles en la Isla y ellos sabían de mi pasión por el mar, por lo que sin pensarlo dos veces se encargaron de organizar el viaje y llevarme a “caballito” hasta la orilla de la playa. Hacía un poco de frío, pero podía más la ilusión que teníamos los tres.
Cuando le expliqué este suceso a Ismael, junto con la curiosidad que le había despertado el título, le di un ejemplar, a lo que él agradecido me preguntó: “¿cuánto es?” y le respondí: ¡mucho, no creo que pudieras pagarlo en toda una vida!
Viendo mí contestación se lo llevó complacido.
Pasado un tiempo volvimos a vernos en mi casa. Entró por la puerta con una bolsa debajo del brazo.
Nos saludamos y le pregunté si le había gustado el libro, me respondió que sí y que como no disponía de la cantidad de dinero que le pedí, me había hecho un cuadro con la fotografía de la portada.
Me sorprendió el detalle que tuvo conmigo y pensé para mis adentros la lección que me había dado.
Ismael me dijo desde el principio que él era un simple aficionado a la pintura. Entendidos en la materia me han confirmado este aspecto, aunque en esta ocasión ha podido más la delicadeza y la atención de Ismael.
Por este motivo he decidido poner el cuadro en una de las pocas paredes libres que quedaban en mi casa.
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